dinsdag 5 april 2011

Teatro Entre Rejas - Articulo La Prensa

Teatro entre rejas

Un teatro más humano que busca la convivencia con los sectores marginales es la propuesta de Sarría. LA PRENSA/ CORTESÍA.

Sabado 12 Marzo 2011 - Prensa Literaria

Por Isidro Rodríguez Silva

Doce actores y su maestro ensayan una puesta en escena; realizan ejercicios corporales y gestuales. Construyen imágenes usando el cuerpo; se desplazan en el hacinado espacio y hablan con las manos, muestran sentimientos encontrados con las miradas; se buscan, armonizan sus emociones, crean una atmósfera donde van surgiendo los personajes, hechos de sus recuerdos, de lo vivido, y ahora actuado. No son actores en un escenario teatral, ni de un grupo de teatro. Son actores que cumplen una condena. Ellos hacen un teatro entre rejas.

El Sistema Penitenciario de Matagalpa es el escenario de estos privados de libertad. Construido en 1983, alberga más de 700 presos; bajo un régimen de un sistema de privilegio progresivo, es decir un proceso de reeducación y formación personal, con una actitud abierta a la educación integral, partiendo del concepto pedagógico que sólo la educación transforma al individuo.

Mick Sarría, el joven actor y director de teatro que encontró en las cárceles un estímulo para crear. LA PRENSA/ CORTESÍA.

El penitenciario cuenta con un grupo de mariachi, danza, educación primaria y secundaria; y desde hace dos años, con un grupo de teatro, bajo la dirección de Mick Sarría. Partiendo de su concepto de teatro Posthumano, es decir un teatro que plantea el cambio personal y de conducta a partir de él mismo, combinada con la magia teatral, que es emotiva y reflexiva.

¿Para qué sirve el teatro en la cárcel? ¿Para algo, para todo o para nada? En principio es una actividad de constante entrenamiento en la construcción de lo humano, que es la base —según Mick Sarría— del teatro Posthumano. No olvidemos que la cárcel sigue siendo una institución que debe interrogar a la sociedad en su conjunto sobre su propio sistema de convivencia.

Privados de libertad durante los ensayos de teatro y algunas puestas en escena que se realizan bajo la dirección de Mick Sarría. LA PRENSA/ CORTESÍA.

Es igual ensayar la actuación en la construcción de un personaje con actores que hacen teatro y los privados de libertad. Claro que no afirma contundente, Mick Sarría. “La diferencia —nos dice— es que el director tiene que funcionar como un pedagogo teatral. Me interesa la calidad estética de la puesta en escena, pero también tiene igual importancia la calidad humana que voy a producir a través del teatro. Se dan cuenta que aún si cometieron delitos en la calle, también tendrán una toma de conciencia que son personas creativas. Dejan el rol de prisionero para asumir el rol de actor en la escena. Esto en la búsqueda de espacios interiores de libertad, que nos permite establecer puentes de confianza entre ellos mismos, acentuando la interacción, la tolerancia, el respeto y la colectividad, en un proyecto común que es hacer teatro”.

Pizote, de facciones fuertes, quien hace el personaje principal en la obra, exterioriza: “Al comienzo éramos 25, hoy sólo somos 12. Entré como muchos de ellos, pensaba que era mejor estar haciendo teatro que estar encerrado en la celda. Después me di cuenta que estaba equivocado, que soy capaz de crear cosas, de tener un objetivo, como el de hacer teatro. Me ha permitido descubrir mis fortalezas y explotarlas, siento que no soy el mismo, que tengo la oportunidad de hacer algo bueno, como bueno fue sacar mi bachillerato aquí en la cárcel. Antes me decía, un delincuente estudiando, ahora me río y me digo a mí mismo, ahora estoy practicando teatro”.

El Gato, que también tiene gran influencia en el grupo, destaca que al hacer teatro le permite ver: “Como actúo, qué hago y cómo lo hago. Mi sueño es que la cárcel fuese más que un lugar de castigo, un lugar donde uno pueda aprender y hacer lo que no hizo afuera, pero sobre todo darle sentido a nuestras vidas aquí adentro, donde el tiempo es lento y pesado. Una cosa importante, y que me gusta mucho, es que siempre me he sentido marginado, ahora con el teatro me siento más integrado, no sólo con los que actuamos, sino también con quienes nos miran”.

LA PRENSA/ CORTESÍA.

En otros países como Chile, Méjico, Italia y España se ha dado esta experiencia. El grupo “Alcalá Meco” en Madrid está integrado por mujeres privadas de libertad. La obra Mal bajío, escenas de una cárcel de mujeres, escrita por la propia Elena Cánovas, quien dirige el grupo, ganó el premio Calderón de la Barca del Ministerio de Cultura en 1990 y agotó las localidades en el teatro. Desde entonces han hecho varias giras. El grupo ha viajado incluso al extranjero: en 2001 fueron a Berlín para participar en el III Encuentro Europeo de Teatro y Prisión. En Nicaragua el grupo Dinosaurios es la primera experiencia de un hecho teatral escenificado con privados de libertad, y LLECA lo ve más allá. No como una simple experiencia anecdótica, sino como un proceso permanente de formación teatral, estableciendo realmente el teatro en la cárcel.

Un teatro entre rejas, con una adecuada metodología de participación en el ámbito penitenciario no sólo permite un cambio en el privado de libertad, sino también un pensamiento crítico que no sólo lo prepare mejor para la reinserción social, sino también una reflexión humana para la sociedad misma; donde el teatro puede echar por tierra el estigma social que los presos no tienen oportunidad de llegar a cambiar. El teatro por trabajar con el cuerpo y los sentimientos es un medio ideal para este cambio, a como afirma Mick Sarría en este hermoso proceso de reconstruir lo humano: “El teatro Posthumano no es usar el teatro, sino recobrar el teatro como parte de la esencia misma del espíritu; saber descubrir mi interior y exteriorizar lo que soy, pero sobre todo lo que puedo lograr ser”.

LA PRENSA/ CORTESÍA.

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